El PSOE que ha vuelto no es el que esperábamos

La crítica que persigue al PSOE permantemente es su falta de credibilidad, condensada en la pregunta ¿por qué no lo hicisteis durante los ochos años de gobierno? Un boomerang que nos ha vuelto a golpear en la frente tras la Conferencia Política.

Es muy difícil desprenderse de un argumento tan pegajoso, por mucho que te laves sigue apareciendo la mancha tan a la vista que solo se la ve a ella. Sobre todo cuando las caras visibles siguen siendo las mismas que ejercieron responsabilidades importantes durante la etapa de gobierno y no alzaron la voz, incluidos las más jóvenes.

¿Son los errores pasados un lastre irremediable? ¿Es suficiente reconocer los errores? Mi opinión es que el pasado no invalida definitivamente a una persona en política si, y solo si, se cumplen dos condiciones: 1) que el reconocimiento de errores sea coherente con la acción presente, 2) que se dibuje un futuro claramente diferenciado del pasado. Ninguna de las dos sigue sin cumplir el PSOE, sus dirigentes y sus aspirantes a primarias después de la Conferencia Política.

La primera no se cumple porque nuestra forma de hacer política invalida a diario nuestro discurso de arrepentimiento. Un ejemplo flagrante fueron las primarias exprés andaluzas del verano pasado. El proceso demostró el mismo desprecio a las bases como el que demostramos a la ciudadanía con la reforma de la Constitución en agosto de 2011. La responsabilidad es tanto de sus promotores como de los que teniendo autoridad, o aspirando a tenerla en el caso de los posibles candidatos a las primarias, tragaron sin emitir la más mínima crítica. Todo por el miedo a alienarse al potente aparato socialista andaluz. En estas condiciones, ¿quién va a creer en la sinceridad de nuestro reconocimiento de errores o que tendremos la valentía, una vez en el gobierno, de enfrentarnos al poder financiero, entre otros?

La ausencia de la segunda condición, es decir la falta de un proyecto de futuro que supere las carencias o errores del pasado, es aun más flagrante en las conclusiones de la Conferencia Política. ¿Dónde están las lecciones de la crisis? Habiendo quedado tan claro que el modelo económico y el sistema político necesitan dramáticamente cambios de raíz, es sumamente decepcionante constatar la capitulación frente a toda ambición de reformas profundas, máxime cuando algunos hemos inyectado en el debate propuestas como una reforma bancaria a la altura del desastre o innovaciones institucionales para otorgar voz y voto a la ciudadanía entre elecciones. La decepción raya con la depresión cuando se observa la resignación frente al paro, interiorizando el discurso fatalista de que nada se puede hacer. ¡Ninguna propuesta a la medida de la emergencia social y económica! Aquí tampoco se ha tenido en cuenta propuestas como el plan de empleo y formación masivo, ambicioso, audaz, técnicamente sólido, riguroso en su financiación, que he tenido oportunidad de debatir por casi toda España en el último año con notable acogida.

Reconozco que muchos de los participantes en la Conferencia estaban animados por una voluntad sincera de enmienda y de respuesta a la sociedad, pero la falsa apertura a la participación, previa y durante la Conferencia, la parálisis de la dirección, que es la misma que ha hundido al PSOE y todavía no ha entendido por qué la gente esperaba mucho más de la izquierda frente a la crisis, y la evidente consideración de la Conferencia como un trámite por parte de los aspirantes a primarias, impacientes por lanzarse a la carrera, solo podían, desgraciadamente, conducir el evento a la irrelevancia. Nadie cree que el PSOE disponga ahora de un “proyecto para las próximas décadas”.

No ha vuelto el PSOE que esperábamos. La solución no es seguir esperando sino actuar para construir el PSOE que las bases y millones de votantes queremos. Hemos ganado la batalla de que se convoquen primarias abiertas, en ellas está nuestra oportunidad de alumbrar un proyecto transformador.

Paro, deuda, rescate: hablemos de soluciones justas y eficaces

Ante la magnitud de la crisis y la incapacidad de la política hasta ahora para superarla, lo último que debemos hacer es tirar la toalla. Indignación sí, fatalismo no. Está en nuestras manos, las de ciudadanas y ciudadanos activos que creemos en la política, contribuir a demostrar que se pueden articular soluciones justas y eficaces desde la política.

Empezando por buscar soluciones a lo que más preocupa a la ciudadanía: el paro, el hundimiento de la economía en una espiral de recortes, déficit y deuda y el empobrecimiento de la sociedad. En esta tarea hemos invertido los últimos meses militantes y simpatizantes del PSOE, en el marco de la Factoría Democrática, uno de los grupos de Bases en Red.

El punto de partida era el siguiente: ¿cómo crear empleo rápidamente? ¿qué oportunidades de empleo y formación podemos ofrecer a corto plazo a los jóvenes? ¿cómo estimular la demanda que justifique dicha creación de empleo? ¿dónde encontrar el dinero necesario? A lo cual añadimos dos condiciones necesarias: que las medidas puedan concitar un amplio consenso político y que dependan lo menos posible del exterior. No aceptamos el diagnóstico según el cual la solución solo puede venir de fuera, es una excusa para enmascarar la falta de ideas propias. Por supuesto que Europa podría ayudar mucho, pero no la Europa de la señora Merkel. Por consiguiente, busquemos soluciones que dependan solo de nosotros.

Creemos haber encontrado vías prometedoras para la salida de la crisis y nos hemos esforzado en concretarlas: qué medidas, cómo ponerlas en práctica, cuánto cuestan y cómo financiarlas. Proponemos un plan voluntarista y pormenorizado de empleo y formación; un rescate de las familias, con dinero principalmente de los bancos, para reactivar la demanda; y una reforma bancaria que genere recursos públicos gracias a un mejor reparto de los beneficios; además de un blindaje de la inversión en educación y en I+D+i.

Es un plan ambicioso, muy ambicioso, como no podía ser de otra manera dada la crudeza de la crisis, pero que podría estar en marcha el 1 de enero de 2013. Incluye una reforma radical del modelo bancario, como no podía ser menos después de la crisis a la que nos ha llevado. Su eficacia está argumentada y su equidad reposa sobre un reparto justo de la carga. No necesita más recortes ni más impuestos, sino voluntad política y un esfuerzo colectivo. Están concebidas para que el gobierno del PP las pueda asumir por el bien del país; si no lo hiciera, insistiremos para que el PSOE las tome como punto de partida de la renovación necesaria de su proyecto.

Los destinatarios de las propuestas son los partidos políticos, los empresarios y los sindicatos, a los que emplazamos a pactar una salida de la crisis sobre estas bases. Pero ellos no se moverán si no nos movilizamos toda la ciudadanía, militantes o no, animando el debate y exigiendo a dichos destinatarios hablar de lo que nos importa: hablar de soluciones justas y eficaces.

 

[Encontrarás el detalle de las propuestas en: Factoría Democrática. Te animamos a leerlas, a difundirlas y a tomar el ágora con ellas. Puedes dejar tus primeros comentarios o hacer nuevas aportaciones aquí debajo, en Twitter o en Facebook, en breve estructuraremos el debate e iremos sintetizando las aportaciones.]

¿Quién es Antonio Quero?

(Llevo muchos años trabajando para lo público pero no soy un personaje público. Os dejo estas líneas para los y las que naturalmente os preguntáis por mi trayectoria ahora que opto por la secretaría general del PSOE. En otro lugar expondré mis motivaciones.) 

Tras colaborar con Michel Rocard en el PS francés en 1993, me afilié al PSOE en Bruselas en julio de 1999. Fue un acto de razón, el resultado de un viaje personal desde la filosofía política a la acción política. Aunque un acto de razón al servicio de una obsesión: cambiar el mundo. Así de simple, de utópico y de ingenuo. Con los años, el contacto con los compañeros y compañeras del exterior, muchos de ellos y ellas exiliados políticos o económicos, convirtió la afiliación racional en una militancia de corazón. Sus experiencias me han permitido ser testigo de hasta qué punto nuestras condiciones de vida dependen tan directamente de la política, ya sea para bien o para mal, lo cual reafirmó mi convicción de que la política es una palanca fundamental para cambiar el mundo, y el socialismo la vía para que ese cambio sea más justo.

Trece años después aquí estoy ante el reto de optar a la secretaría general del partido. Ha sido un paso inesperado fruto del amplio apoyo obtenido por las propuestas de cambio de Bases en Red. Creo sinceramente estar preparado para ello, de lo contrario incurriría en una falta de respeto a los compañeros y compañeras imperdonable. Como no soy un personaje público, quisiera compartir mi trayectoria para que podáis juzgar vosotros mismo mi grado de preparación. 

Mi experiencia política y profesional van de la mano. Mi trabajo en la Comisión Europea, a la que accedí por oposición en 1995, me ha permitido trabajar en distintos ámbitos. Primero coordiné proyectos de investigación socioeconómica sobre innovación, crecimiento y empleo. Un lujo: seguir los trabajos de los mejores economistas de Europa sobre qué factores afectan al crecimiento y cuáles son los resortes de la creación de empleo. Me quedó clara la importancia del modelo productivo, del sistema de educación, de las relaciones laborales, de la I+D+i, de la cohesión social. El análisis riguroso me permitió desmontar dogmas y reconocer la centralidad de la política para promover un marco favorable a un crecimiento social y medioambientalmente responsable. 

A continuación tuve la oportunidad de trabajar para el presupuesto europeo. Un encuentro con la cruda realidad: en el presupuesto se refleja la verdadera voluntad política de los Estados miembros. Muy formativo a la vez para ser capaz de concebir políticas que puedan contar con un respaldo financiero apropiado. Es además una escuela de negociación sin igual, incluidas las larga noches en el Consejo Europeo. Mi experiencia presupuestaria fue la clave para que el Vicepresidente Kinnock me incluyera en su equipo de seis personas al que se nos encargó rediseñar de arriba abajo el funcionamiento de la Comisión Europea después de la dimisión de la Comisión Santer en marzo de 1999 por irregularidades de gestión. Fue un aprendizaje no sólo de cómo concebir una administración pública, eficaz, eficiente, responsable y transparente, sino que sobre todo me sirvió de escuela sobre cómo liderar procesos de cambio profundo en organizaciones donde la clave está en las personas. 

Para el siguiente puesto elegí las relaciones exteriores. El destino hizo que coincidiera con los atentados de septiembre de 2001 y el cambio radical de paradigma en el orden mundial. Hice labores de coordinación de la asistencia antiterrorista de la UE a la Autoridad Palestina y elaboré propuestas de lucha antiterrorista en Asia Central. Cuestiones graves, duras, de las que ponen a prueba el temple y la capacidad de decisión. El paso por exteriores me dejó a la vez un sabor amargo (la frustrante timidez y, a menudo, hipocresía de las diplomacias europeas) y esperanzador (el enorme potencial transformativo de la UE si los europeos actuáramos con una sola voz). También me fui con el convencimiento de que la seguridad, la prevención de conflictos y la paz se obtienen con la política antes que con las armas, aunque estas puedan ser necesarias, sobre todo a efectos disuasorios. 

A finales de 2004 me ofrecieron una oportunidad de oro: unirme al gabinete de Joaquín Almunia en la cartera de Asuntos Económicos y Monetarios. Han sido más de cinco años intensos y exigentes al lado de una persona excepcional. Su rigor intelectual te obliga a preparar las cuestiones a fondo, con datos fiables y razonamientos sólidos. Su aguda visión política te pone sobre las pista de los ejes adecuados de actuación. Su afabilidad y sencillez te enseña que se puede ejercer las más altas funciones sin perder el sentido de la realidad y la cercanía. Una experiencia de por sí apasionante pero que lo fue aún más a causa de la crisis financiera y económica mundial. 

Vivir en primera fila una crisis de las dimensiones de la actual da para escribir un libro, y no es un tópico. Sólo resaltaré aquí dos lecciones de esos tres años de actividad frenética en la búsqueda de respuestas y de reuniones del G-20 o del Ecofin. La primera es, por un lado, la clamorosa necesidad que tienen la economía y los mercados de la política para funcionar correctamente, la autorregulación es una falacia, y, por otro lado, la incapacidad actual de la política para ofrecer respuestas eficaces por creer precisamente que no era tan necesaria y no haber, por lo tanto, elaborado un marco de regulación sólido y viable. La segunda es la imperiosa necesidad de dotarse de mecanismos supranacionales, técnicamente efectivos y democráticamente responsables, que permitan al poder ciudadano intervenir más allá de las fronteras nacionales y regular las dinámicas globales económicas y financieras. 

El trabajo en el gabinete me permitió igualmente un contacto intenso con los entresijos gubernamentales españoles y autonómicos (no olvidemos que una gran parte de las competencias autonómicas están reguladas por la normativa comunitaria), además de viajes frecuentes a España y reuniones con responsables políticos y medios de comunicación. 

Ahora he vuelto a la Dirección General de Presupuestos a ocuparme de instrumentos financieros innovadores en el próximo marco financiero plurianual 2014-2020. 

Mi experiencia orgánica se ha desarrollado esencialmente en el seno del PSOE Europa, la federación del exterior de agrupaciones socialistas en Europa. Fui secretario general de mi agrupación, la de Bruselas, durante dos mandatos. No opté al tercero por coherencia con la limitación de mandatos en la que creo. Mi sucesora la eligieron los militantes en unas primarias locales en las que me mantuve neutral. En el PSOE Europa fui vicesecretario general y secretario de organización durante más de siete años. Fueron años de trabajo intenso para dotar al partido en el exterior de una infraestructura orgánica y electoral permanente. Muchas horas arrancadas a la familia para viajar a las agrupaciones por Europa, abrir agrupaciones nuevas, dinamizar a las existentes y hacer de todo en los actos, desde tomar la palabra hasta limpiar la sala al terminar. Un trabajo agotador pero gratificante: la militancia en el exterior es un compromiso esencialmente de principios ya que no hay cargos públicos a repartir. 

He participado en la mayoría de los congresos federales y conferencias políticas de los últimos ocho años. He asistido a numerosas reuniones en Ferraz así como a un par de ellas del Consejo Territorial. No he sido miembro del Comité Federal porque defiendo la no acumulación de cargos. También he tenido la oportunidad de colaborar con otros partidos socialistas europeos y conozco bien el entramado político estadounidense tras seguir una formación en la Kennedy School of Government de la Universidad de Harvard en octubre-noviembre de 2006 y gracias a viajes frecuentes a Washington.  

Toda esta experiencia no ha hecho más que confirmar la intuición inicial que en los años universitarios me llevó a profundizar la filosofía política: el futuro de la democracia es la democracia participativa y deliberativa, en complemento de la representativa. La democracia de calidad sólo es posible si se sostiene sobre dicho trípode y el futuro de nuestras sociedades sólo será mejor si avanzamos en la calidad de la democracia, tanto a nivel local como global. Hay muchas razones para la desazón, pero también hay motivos para la esperanza porque la pulsión de libertad y de democracia es, aunque con accidentes y desviaciones, el motor de la historia (véase por ejemplo, recientemente, la «primavera árabe»). 

Por eso me considero muy afortunado por todo lo que la Comisión Europea y el PSOE me han permitido vivir. Soy ingeniero químico y empecé mi carrera profesional en el sector privado, que también fue una experiencia positiva, pero comprendí a tiempo que tenía vocación de servicio público. Hay muchas maneras de servir a nuestros conciudadanos/as, la secretaría general del PSOE es una posición privilegiada para ello, pero incluso si la alcanzo será una función temporal y espero servir lo público y el avance de la democracia muchos más años.   

Seguiremos esta conversación por el camino.

El trazo grueso no sirve para el futuro en el País Vasco

En un asunto tan dramático como el terrorismo de ETA, es indispensable hacer política con mayúscula, es decir, aquella que se asienta sobre unos principios morales sólidos, nítidos, y, a la vez, sabe reconocer las contingencias de la realidad sin dejar que las emociones, que son muchas cuando hay casi mil muertos por medio y décadas de desprecio, constituyan un obstáculo para avanzar hacia una solución definitiva.

La autodenominada conferencia internacional de paz de ayer lunes en Donosti hace aflorar todas las complejidades del caso del terrorismo etarra. Complejidad semántica: evidentemente que no se trata de un conflicto armado sino del fascismo totalitario de unos asesinos que podrían perfectamente defender por cauces democráticos sus ideas independentistas. Por eso no es comparable ni con Irlanda, ni con la ex-Yugoslavia, ni con el conflicto israelo-palestino, ni con el apartheid sudafricano. Pero hay una dimensión que sí es común a todos estos conflictos: hay una franja de la sociedad vasca, minoritaria pero no insignificante, que ha apoyado los asesinatos de su vecino o colega de trabajo. Y hay una franja aún mayor que desea indiscutiblemente el fin del terrorismo pero que durante muchos años ha cubierto con un manto de silencio vergonzoso el sufrimiento de las víctimas. Esa franja amplia arrastra un sentimiento sordo de culpabilidad que también intoxica la convivencia. Como la solución no puede ser la expulsión de toda es franja de población, es necesario encontrar cauces que hagan la convivencia futura diaria más sosegada y menos desgarrada.

Y es que hay que distinguir dos procesos aunque tengan interconexiones. Uno es el final de ETA. Un final por el que no se debe pagar ningún precio, ni real ni simbólico. Amenazar y matar es un delito penal y como tal debe ser perseguido y juzgado, punto. Otro es la reconstrucción de la convivencia. Aquí sí que hay que hilar fino y aprender de tantos otros procesos post-conflictuales. Por supuesto que tiene que haber un reconocimiento moral del daño perpetrado a miles de personas. El relato de la reconstrucción de la convivencia no puede ser equidistante ni neutral. Pero de ahí a estigmatiszar de por vida a esa minoría vasca que apoyó la violencia, y someterles a escarnio público, social y político constante es desconocer la realidad humana. Seguro que se lo merecen, pero ese no es el camino de la reconstrucción de la convivencia. Los vencedores, y no hay duda de que los vencedores somos los demócratas y que por lo tanto no hace falta insistir en el término, deben demostrar generosidad moral para poder volver a hacer los gestos de la vida diaria, cruzándote con tus vecinos, sin que ello sea un tormento continuo. Como la demostró Mandela o como la demostramos los españoles en la transición.

Ese es el desafío de las fuerzas políticas vascas y españolas. Por ahora sólo el PSE ha demostrado estar en disposición de trabajar por ese equilibrio complejo. El PSOE lo intenta y hay que reconocerle la confianza que expresa en el PSE, pero no acaba de asumirlo del todo con valentía. El PSE ha hecho bien en asistir a dicha conferencia, aunque tuviera muchos aspectos desacertados (de convocatoria, de participación, de método, de lenguaje). Tiene la responsabilidad de tender todos los puentes que puedan ayuda a construir ese futuro, aunque haya que apretar los dientes y taparse la nariz, y de hablar con claridad y ánimo constructivo en dichos foros. Y los demás debemos apoyarle y agradecérselo.

¿Los efectos sobre las elecciones del 20N? Eso es política con minúscula.

Por un sistema europeo de deuda

(Reproducimos aquí el artículo publicado hoy en El País)

Los episodios griego, irlandés y portugués de esta crónica europea en la que se ha convertido el mercado de deuda no fueron más que escaramuzas comparados con la madre de todas las batallas que se avecina en torno a la deuda italiana, con la española desgraciadamente a la intemperie. El desenlace marcará durante mucho tiempo las vidas de los europeos: o el alumbramiento de una integración fiscal europea que haga viable la unión monetaria, o la desintegración del euro. La superación definitiva de las tensiones sobre la deuda soberana europea es pues, hoy por hoy, una prioridad absoluta si queremos disponer de un marco estable para desarrollar políticas económicas que no dependan de las fiebres recurrentes de la prima de riesgo.

La conflagración es inevitable mientras los mercados observen que la eurozona no dispone de armamento pesado. En ciertos Estados mayores se esgrimen dos alternativas posibles para equiparse con un arsenal disuasorio. Una es ampliar la Facilidad Europea de Estabilidad Financiera (FEEF) de manera contundente, llevando su techo actual de 440.000 millones de euros a unos dos billones (dos veces la riqueza total de España). Otra es la opción nuclear de emitir eurobonos garantizados por el conjunto de los Estados miembros de la eurozona.

Las dos opciones suponen una solidaridad financiera sin precedentes, solo concebible para los países que la asegurarán si viene acompañada de poderes efectivos para ejercer un control presupuestario estricto sobre los países que se beneficiarán de ella. Es decir, concesiones de gran calado por ambas partes que requerirán un tormentoso proceso de negociación durante el cual los mercados aprovecharán las divisiones internas de la eurozona para debilitar aún más la posición crediticia de sus países.

Se impone por tanto ampliar el abanico de opciones para salvar al euro con soluciones que permitan superar definitivamente las tensiones sobre la deuda sin alterar las fronteras de la solidaridad financiera. Una de ellas consiste en un sistema en el que los países vulnerables a las presiones de los mercados se comprometen a destinar sus ingresos fiscales al servicio de la deuda antes que a cualquier otro gasto. A cambio, el sistema les garantiza la compra de su deuda a un precio razonable, por el mercado o por el FEEF. Esta cláusula de primacía en el reparto de impuestos da a los mercados la garantía más sólida posible de que recuperarán su inversión. Es una regla asumible sin riesgo mayor por parte de cualquier país cuya economía y estructura fiscal aseguren un flujo de recaudación tributaria suficiente incluso en tiempos difíciles.

Un compromiso equivalente reza en la mayoría de las constituciones de los Estados de EE UU y les permite colocar deuda sin dificultades. Aquí no se trataría de modificar las constituciones, puesto que llevaría tiempo y nada garantiza a los mercados que el Estado en cuestión no volverá a modificar su constitución en sentido inverso si se ve abocado a la suspensión de pagos, sino de poner en marcha de manera acelerada un sistema europeo de deuda pública (SEDP) al cual se adhieran los Estados miembros de la eurozona que lo deseen, a excepción de Grecia por tratarse de un caso agudo aparte. La adhesión supone asumir el compromiso antes mencionado y aceptar una supervisión de la Comisión Europea que lo garantice. El precio de la deuda de los países del SEDP no estaría a merced de los mercados sino que lo fijaría la UE tomando en cuenta las condiciones de mercado y los fundamentos de la economía del país concernido. La FEEF aseguraría la liquidez adquiriendo los títulos de deuda de una emisión que eventualmente el mercado no haya suscrito íntegramente al precio ofrecido.

Las ventajas del SEDP son evidentes. En primer lugar, estabiliza definitivamente el mercado de deuda y asegura a sus miembros la posibilidad de financiarse en todo momento a un precio razonable. A medio plazo, la mayoría de los países de la eurozona desearán integrarse en el SEDP para pagar un precio menor por su deuda. Segundo, libera a sus miembros de los movimientos irracionales de los mercados y vuelve irrelevantes las notas de las agencias de calificación. Tercero, proporciona herramientas creíbles para asegurar la disciplina presupuestaria en el seno de la eurozona. Finalmente, conlleva una mayor integración fiscal que proporcionará estabilidad definitiva al euro. Con el paso del tiempo, una vez el SEDP consolidado, el paso hacia un Tesoro europeo será una mera formalidad.

Rubalcaba abre un nuevo tiempo en sintonía con ‘Ganar 2012’

Advierto inmediatamente: nunca he hablado con Rubalcaba del nuevo proyecto político. El que el proyecto que Rubalcaba ha esbozado hoy en Madrid tenga tan alto grado de coincidencia con las propuestas de Ganar 2012 sólo puede ser el resultado de una cosa: de un esfuerzo similar de identificación de las prioridades y de un compromiso igual de profundo por encontrar soluciones.

Vencer la crisis: crear empleo ya, financiándolo con nuevos ingresos para no generar más déficit. Ganar el futuro: educación (apoyando a los profesores, no cambiando más las leyes), transformación de la economía. Y para que todo esto sea posible: cambiar la política, hacerla más limpia y que aporte soluciones. Y sin olvidar que los desafíos actuales sólo los podemos enfrentar desde una Unión Europea fuerte. Lo reconozco: estoy asombrado de la gran convergencia.

¿Está ya todo dicho? Por suspuesto que no. Los retos son tan complejos que hace falta más audacia y creatividad de la que Rubalcaba ya ha hecho gala. El esqueleto de su estrategia es acertado pero hay que profundizar en medidas más eficaces, más potentes, con una mejor integración en una visión global y con mayor atención a la obtención de resultados.

Pedíamos ayer que su propuesta dejara espacio a la participación, en particular de cara a la Conferencia Política. Rubalcaba ha sido explícito en este sentido para diseñar la reforma del sistema electoral. Muy bien. Esperamos que la apertura sea la misma para profundizar y mejorar las propuestas que hagan más creíbles los objetivos de salida de la crisis y de construcción de un futuro más fuerte.

En ello estaremos. Los esfuerzos de estos últimos meses están valiendo la pena. Vamos bien. A por todas, con Rubalcaba, por nuestros ciudadanos, con la confianza de ser un país fuerte.

Alfredo Pérez «Roosevelt»: el candidato que esperamos

Roosevelt ganó la Segunda Guerra Mundial. Rubalcaba le está ganando la batalla a ETA. Roosevelt fue un gran comunicador e instauró la conversación intimista y directa con los ciudadanos en sus alocuciones por la radio los sábados por la mañana. Hasta los más acérrimos enemigos de Rubalcaba reconocen su talento comunicador. Roosevelt sacó a Estados Unidos de la Gran Depresión. ¿Sacará Rubalcaba a España de la Gran Recesión? 

Esta es la pregunta que debemos hacernos ante el discurso que pronunciará mañana, sábado 9 de julio, Rubalcaba con motivo de su nombramiento formalmente como candidato del PSOE a la presidencia del gobierno. Algunos hablan ya de «un antes y un después» y se nos adelanta su lema, «Escuchar, hacer, explicar». No nos despistemos con el continente y concentrémonos en el contenido: ¿trazará Rubalcaba una línea de acción ambiciosa y creíble para salir de la crisis? ¿dejará un espacio abierto al debate para que el proyecto del PSOE sea realmente un proyecto colectivo? 

Con casi cinco millones de parados y un crecimiento débil, hace falta un plan de acción contundente para crear empleo suficiente y salir de la crisis. El 15 de noviembre de 2008, cuando la economía mundial se asomaba al abismo, el G-20 recomendó un apoyo masivo a la economía. El día 26 de ese mismo mes la Comisión Europea proponía un Plan Europeo de Recuperación Económica, en cuya elaboración participó el autor de estas líneas, que movilizara hasta un 2% del PIB de la UE. 

Esta misma semana hemos propuesto desde «Ganar 2012» un plan de choque de empleo y formación con un coste de entre 2 y 3 puntos del PIB español (http://www.ganar2012.com). Un coste financiado sin generar más déficit sino con más equidad fiscal. El plan se inspira en cómo Roosevelt rompió la espiral deflacionista que alimentaba la Gran Depresión. Actualmente, el drama económico español es un círculo vicioso en el que el alto desempleo deprime la demanda, sin demanda los empresarios no contratan, sin contratación el paro no baja y así sucesivamente. Nuestro plan contempla medidas de apoyo directo a la contratación de trabajadores a gran escala y un esfuerzo masivo en formación, a la vez que estimula la demanda para que al cabo de un tiempo el empresario mantenga al empleado sin necesidad de la ayuda pública y contrate a los nuevamente formados. El hecho de iniciar la contratación a gran escala es ya de por sí un estímulo potente de la confianza y, por ende, de la demanda. 

Esta es la ambición que esperamos del candidato Rubalcaba. Sin ella no se puede sacar a España de la crisis. Sin ella tampoco se puede recortar y superar la escalofriante ventaja del PP sobre el PSOE en las encuestas. 

Nuestra segunda expectativa esencial es el método. En un contexto en el que los ciudadanos reclaman una mayor participación en lo público, la forma es parte del fondo. El discurso de mañana no debe ser un discurso cerrado del líder que marca sólo el rumbo y los demás a remar. Esta actitud ha predominado en la etapa de Zapatero y es en parte causante de los problemas que conocemos. Se ha convocado una Conferencia Política para renovar el proyecto entre todos, para compartir el timón que fija el rumbo. El líder debe ofrecer una visión, fijar una ambición y movilizar y motivar al equipo para elaborar un proyecto colectivo. 

Estaremos atentos a su discurso y lo comentaremos inmediatamente en este blog. Hasta mañana.

Principio de realidad y deliberación democrática

El presidente Zapatero tuvo en el Debate sobre el Estado de la Nación (por cierto, estoy de acuerdo con quienes proponen cambiarle el nombre por algo menos marcial) un intercambio interesante con los portavoces nacionalistas y los de izquierda. El partido Zapatero/Rajoy fue más de lo mismo, aunque no deje de ser digno de estupefacción que Rajoy naufragase de nuevo cuando lo tenía todo de cara. Eso dice mucho de lo que nos jugamos si le confiamos el Gobierno a él y a su partido.

No, lo interesante políticamente fue la réplica de Zapatero a los portavoces antes mencionados. Por primera vez en mucho tiempo vimos al presidente ofreciendo explicaciones, unas más convincentes que otras pero explicaciones al fin y al cabo, sobre las decisiones tomadas en el contexto de la crisis. Entiendo los comentarios de muchos tuiteros que calificaron a este Zapatero como el mejor que habían visto en mucho tiempo. Un reconocimiento tardío amargo porque, si le hubiera hablado a los españoles con esta claridad en televisión el 12 de mayo de 2010 por la noche, probablemente la ciudadanía hubiera aceptado en mayor grado la pócima recetada.

No fue así, Zapatero presentó sorpresivamente en el Congreso, en la mañana de aquel miércoles 12 de mayo, con gesto grave, los famosos recortes y hasta el domingo 16 no volvió a aparecer en público. Fue en un mítin en Elche, de esos que el telediario de las 3 de la tarde te presenta con el orador soltando una frase incendiaria. Entre el miércoles 12 y el domingo 16 la única comunicación política del Gobierno fue una cacofonía entre Blanco y de la Vega sobre si se le subiría los impuestos a los ricos y a las SICAV o no.

Volvamos a las explicaciones de Zapatero. Su principal argumento frente a las reivindicaciones de los portavoces de izquierda fue apelar al principio de realidad. Lo hizo ilustrándolo con ejemplos contundentes, como los sesenta mil millones de euros que España tendrá que pedir prestados a los mercados este año dado que incurrirá en un déficit del 6% del PIB. Y añadimos nosotros: si la recaudación del IRPF prevista este año es de sesenta y siete mil millones de euros, no es que haya que subir los impuestos a las rentas más altas sino que habría que multiplicarlos por dos en su conjunto. Irrealista, efectivamente.

También hizo Zapatero pedagogía sobre los mercados. Un alegato valiente cuando está tan de moda denigrarlos. El presidente recordó que los mercados no son más que el mecanismo que permite darle un uso productivo al ahorro, el ahorro de todos, no sólo el capital de los tiburones. Parecía que Zapatero hubiera leído la primera parte de nuestro documento de debate sobre la regulación de los mercados financieros donde explicamos la función social de los mismos (http://www.ganar2012.com). Por desgracia, después de reconocer que la labor de inversión del ahorro viene acompañada de prácticas especulativas nefastas y que es muy difícil disociarlas, se vio que no había leído la segunda parte de nuestro documento donde proponemos mecanismos para combatir la especulación.

Esa es la realidad. Salvo que una cosa es la realidad física (las montañas, los océanos, el clima, etc.) y otra cosa es la realidad socioeconómica, resultado de la interacción entre los seres humanos y de sus decisiones y, por lo tanto, susceptible de ser modificada por los mismos seres humanos. Con lo cual, el principio de realidad aplicado a la política y a la economía es más bien el principio de la mayor o menor posibilidad y «deseabilidad» de un cambio. Obligar a los españoles a destinar parte de su ahorro a sufragar el déficit en vez de pedirlo prestado a los mercados es un cambio relativamente fácil de ejecutar, aunque nada deseable. Suprimir la independencia del Banco Central Europeo es un cambio deseable pero harto difícil puesto que requiere la unanimidad de los Estados miembros de la UE. Decretar tasas disuasorias sobre las remuneraciones excesivas es un cambio fácil de aplicar y muy deseable. Desplegar un plan de creación de empleo como el que propondremos de cara a la Conferencia Política es complejo pero factible, además de deseable (y necesario). Y así con todas las decisiones socioeconómicas.  

Todo esto nos demuestra una vez más que las decisiones políticas requieren argumentación y deliberación. No se puede resolver, por ejemplo, la cuestión de si hace falta una banca pública pidiéndola en un tweet de 140 caracteres o en una pancarta o negándola con el silencio como hacen los gobernantes. Apelar al principio de realidad sin más equivale a negar la utilidad de cualquier debate. Habrá, como hemos dicho, cambios más o menos fáciles y más o menos deseables, pero toda decisión política, ya sea de cambio como los recortes del 12 de mayo o de continuidad como la austeridad actual basada principalmente en el recorte del gasto, debe ser explicada y sometida a debate. La ciudadanía es lo suficientemente madura para entender los argumentos, lo que es factible y lo que no lo es, así como lo que va en el sentido del interés general y lo que no.

Con un añadido más: del debate pueden surgir soluciones mejores, ya sean completamente nuevas o mejorando las inicialmente previstas. Y en esta época de pensamiento único y de falta de creatividad política para articular alternativas a las soluciones neoliberales nos vendría muy bien.

El Gobierno de Zapatero ha tenido que capear la tormenta perfecta de la crisis financiera internacional y del estallido de la burbuja inmobiliaria nacional. Independientemente del éxito o fracaso obtenido, el error democrático de fondo cometido es no haber debatido en ningún momento las respuestas posibles, ni siquiera con su partido, al cual sólo le ha pedido el cierre de filas incondicional. El futuro programa del Gobierno de Rubalcaba deberá, al contrario, resultar de un amplio debate en el partido y en la sociedad. Por ética democrática y por eficacia política.

El déficit democrático de las políticas económicas

Hoy 19-J se manifiestan miles de ciudadanos por las calles españolas en contra del Pacto del Euro, y más en general en contra de unas políticas económicas que favorecen el interés de unos pocos antes que el interés de todos. Esta protesta es un síntoma más del sentimiento global de impotencia, desde hace más de una década, frente a unas élites que imponen unas políticas económicas que muchos ciudadanos rechazan pero que, elección tras elección y sea cual sea la opción política en el gobierno, siguen siendo básicamente las mismas en los países occidentales.

En la raíz de este problema hay dos factores principales. El primero es la falta de pluralidad académica y política en los centros donde se forjan las políticas económicas (FMI, OCDE, Comisión Europea, BCE, Reserva Federal, Washington, Berlín, ministerios de economía…). El segundo es la ausencia de un proceso deliberativo transparente a la hora de decidir las políticas económicas a aplicar. Hay más factores en juego pero no están tan en la raíz del problema como estos dos. Por ejemplo, el factor más determinante de la dominación de determinadas políticas económicas probablemente sea el hecho de que favorecen a intereses económicos poderosos (Wall Street, grandes empresas, bancos…), pero esto en democracia se puede revertir si el poder político tiene el coraje suficiente.

La falta de pluralismo en las organizaciones más influyentes sobre las políticas económicas reduce considerablemente el catálogo de recetas. En ellos impera una visión particular de la economía impregnada de un halo de verdad absoluta. Resulta sorprendente ver la fe de muchos economistas, al contrario de otros científicos, en sus teorías. Un físico, por muy convencido que esté de su teoría, siempre acabará rindiéndose a la prueba de los datos. Sin embargo un economista pondrá en duda los datos que invalidan su visión o los silenciará antes que revisar su teoría y las recetas que recomienda.

Por desgracia esto también es cierto por parte de muchos economistas fuera del «sistema». Como consecuencia de ello el debate económico público se reduce con frecuencia a unas simplificaciones extremas de los dilemas público/privado, capital/trabajo, inflación/empleo, déficit/austeridad, liberalización del comercio/proteccionismo, crecimiento/medio ambiente, etc. Y es que como la ciencia económica no es una ciencia exacta y como la economía es el resultado de decisiones humanas, nada es totalmente blanco o totalmente negro. La mejor opción de política económica en un determinado momento y contexto dependerá de una multitud de factores y de ponderar a quién y cómo favorece o perjudica cada decisión. Esto es un proceso eminentemente político.

El problema es que los procesos de decisión política son sumamente pobres. Hemos llegado incluso al extremo de extraer ciertas decisiones económicas del ámbito político por considerar a este último incapaz de tomarlas correctamente, como es el caso de la independencia otorgada a los bancos centrales para determinar los tipos de interés.  Y cuando la decisión está aún en manos de la política, la democracia representativa muchas veces funciona como una democracia confiscada en la que los responsables políticos niegan a los ciudadanos capacidad de entendimiento y le niegan incluso explicaciones. ¿Alguien ha oído al PSOE o al PP explicar por qué la dación en pago no basta para saldar una hipoteca? 

De nuevo volvemos al reduccionismo de la democracia al simple hecho de votar cada cuatro años. ¿Qué debería votar un ciudadano en las próximas elecciones si apoya la bajada de impuestos, como propone el PP, pero desea que se mantenga el matrimonio homosexual, que sólo el PSOE garantiza?

Es fundamental por lo tanto luchar por una democracia mucho más efectiva, donde la participación y la deliberación permitan una interacción permanente con la representación para que las decisiones públicas se ajusten en todo momento a la voluntad mayoritaria de los ciudadanos. Esto es esencial en el terreno económico donde la lucha de poder entre determinados intereses es feroz y que sólo una democracia efectiva garantiza que se resuelva a favor de los ciudadanos, que son los que teóricamente detentan la soberanía, es decir el poder, en las sociedades democráticas.

Y mientras alcanzamos mayores cotas de democracia debemos hacer pleno uso de las que ya disfrutamos. En este sentido, la próxima Conferencia Política del PSOE representa una oportunidad clave. La principal pregunta, aunque no la única, que debe responder dicha Conferencia es si el PSOE propone un plan de creación de empleo ambicioso cuya financiación pasaría necesariamente por una mayor justicia fiscal. Les puedo adelantar con conocimiento de causa que el candidato Rubalcaba será muy reticente a la hora de exigir un mayor esfuerzo fiscal (a las rentas altas, a los defraudadores, a las grandes empresas que eluden gran parte del impuesto de sociedades, etc.) que permita financiar la creación de empleo y la inversión en educación e innovación. Pero, quién se supone que decide, ¿el candidato sólo, con la complicidad interesada de los cargos orgánicos, o el conjunto del partido?

Ahí está la responsabilidad extrema que recae en estos momentos sobre los militantes. Los que están en la calle y no son militantes no tendrán voz en la Conferencia Política. Los cargos orgánicos, preocupados por cómo sobrevivir a la gran debacle que se avecina y de la que el 22-M fue el acto primero, no osarán contradecir las directrices que marcará el candidato en la ponencia marco y durante el debate. Con lo cual queda en manos de los militantes hacer que el debate sea realmente plural, que se contrasten las distintas opciones para salir de la crisis y que se decidan las que conciten el apoyo mayoritario de todo el partido. Los militantes tenemos ese poder formal, debemos transformarlo en poder real.

¿Puede la Conferencia Política ser un punto de inflexión?

En respuesta al severo castigo recibido en las elecciones del 22-M, el PSOE ha decidido convocar una Conferencia Política (CP) en septiembre para renovar las ideas y empezar a perfilar un proyecto con el que recuperar la confianza de los ciudadanos en 2012. Atendiendo a sus declaraciones públicas, los dirigentes del PSOE pretenden que sea un debate abierto y que corrija en parte el déficit democrático de los grandes partidos que el movimiento del 15M ha denunciado. Es por lo tanto una oportunidad clave para todos los que deseamos contribuir a dicho debate.

Antes de entrar a elaborar propuestas conviene tener claro las coordenadas políticas en las que se sitúa la CP.

El PSOE está en situación crítica en términos de respaldo electoral y, digan lo que digan sus responsables, la causa principal es su gestión de la crisis. Por supuesto que una EPA de casi cinco millones de parados un mes antes de las elecciones es una pesada losa sobre las expectativas del partido en el gobierno, pero es un hecho indiscutible que el apoyo al PSOE ha ido decreciendo desde el inicio de la crisis y que sufrió un descalabro, del que aún no se ha repuesto, al anunciar en mayo de 2010 un plan de ajuste sin precedentes concentrado en las categorías de población que menos responsabilidad tenían en el origen de la misma.

Muy pocos ciudadanos, de izquierda o derecha, se hacen ilusiones sobre la capacidad del PP de Rajoy para sacar al país del agujero. A los progresistas nos resulta especialmente amargo y frustrante que las riendas del país puedan quedar en manos de quien ha demostrado poca consideración por el interés del país y que, como si de una mala pesadilla se tratara en la que se repite la secuencia de 1996, puede acceder al gobierno justo en el momento en que los sacrificios empezarán a dar sus frutos, atribuyéndose la mejora de la situación. El recurso de pedir el voto más por rechazo de la derecha que por adhesión a un proyecto hemos visto que ya no funciona. Por muy sangrante que nos parezca que la alternancia se produzca justo cuando el país más necesita un gobierno del partido más comprometido con los logros sociales, para muchos ciudadanos dicho relevo es un hecho de normalidad democrática tras ocho años de un gobierno que en su segunda etapa no ha estado, según ellos, a la altura de las circunstancias.

El electorado ha interiorizado esta evolución y se necesitarán argumentos muy sólidos y muy bien explicados para darle la vuelta. El PSOE se ha dotado de un candidato capaz de hacer esa tarea de explicación con destreza. Sin embargo, ahora mismo, carece de argumentos potentes. Ese es el gran reto de la CP.

Un reto mayúsculo que se vuelve aparentemente inalcanzable si planteamos la pregunta de la siguiente manera: ¿cómo va a encontrar el PSOE en tres meses, de aquí a septiembre, las soluciones que no ha sido capaz de formular en tres años de crisis? Y aquí es donde juega un papel fundamental el cómo se busquen dichas respuestas. Si la CP se plantea como un acto más de marketing, con un simulacro de debate y mensajes enlatados para el telediario, es decir como las CP de septiembre de 2006, de enero de 2008 o la convención autonómica de enero de 2011, entonces evitar la alternancia es misión imposible de entrada.

Si, por el contrario, atendemos al ansia de participación de la ciudadanía y de los militantes y seguimos un proceso abierto y transparente, tanto a la hora de elaborar las propuestas como de debatirlas, la CP puede ser un punto de inflexión. Las propuestas podrán ser imperfectas pero los ciudadanos las sentirán más sinceras, honestas y cercanas. Frente al insulto a la dignidad democrática que representa la pretensión del PP de llegar al poder sin explicar lo que piensa hacer y cómo, los ciudadanos pueden volver a otorgar al PSOE su confianza si este marca un rumbo nuevo y comparte el timón con ellos.

Intentaremos contribuir en esa dirección en las próximas entradas del blog y esperamos recibir vuestros comentarios. También lo haremos desde Ganar 2012 y Primarias de las Ideas como explicaremos más adelante.